Ya les hablé de las casualidades y de lo que pienso de ellas. Hoy les quiero contar acerca de una sorprendente. Hace un par de semanas, llegó a mis manos un documento que data del año 1881 (un año antes del que alude la famosa bebida), y que fue rescatado, vaya a saber por quién, del archivo del partido de La Matanza, Buenos Aires, recién en 1999. La gran casualidad es que llegó por partida doble, con diferencia de un par de minutos, desde dos fuentes distintas.Se trata de un acta de defunción que me acercaron, el mismo día y casi a la misma hora, por vías separadas, mi amiga Sonia Boe (por correo electrónico) y don Dardo Aníbal Tissera (por correo tradicional).
El acta es tan pequeña como sustanciosa y fue encontrada en la foja 98 del libro número dos, del año 1881 en el archivo de la Municipalidad de la Matanza. Transcribirla tal cual, aun con errores de ortografía, sintaxis, gramaticales y de expresión, es una obligación moral y un deber para con mis lectores. Aquí les va:
“El infrascripto, Eusebio Rodríguez, Alcalde, certifico que don Manuel Chico, que muerto lo tengo de cuerpo presente, tapao con un poncho al parecer reyuno, le sorprendió la muerte al salir del baile de Don Rufino ‘El Catalán’, de la quebrada de Doña Pepa, lugar muy conocido y de pública voz y fama en el pago. Interrogao el cadáver por tercera vez, y no habiendo el infrascripto obtenido respuesta categórica alguna, resuelve darle sepultura en el campo de los desaparecidos, conforme cuadra su circunstancia física de que certifico. Nota: hago constar que el finao era muy amante de la bebida y muy dado a las galanterías amorosas, por cuya circunstancia tenía una cicatriz en la quijada izquierda producido por un cucharón de grasa caliente que le arrojó al rostro de la cara (sic) la hija de la parda Nicolasa, no se sabe por qué zafaduría. Vale”.
Después de esta maravilla, no debería decir más nada, pero, además de que me queda espacio, me salgo de la vaina por hacer algunas consideraciones. Note usted que hay ciertas incoherencias que destacan por su peso. Por un lado, el alcalde Eusebio Rodríguez, utiliza con mucho acierto el término “infrascripto”, cuyo significado para la Real Academia Española es “que firma al fin de un escrito”. Por esto, uno piensa que el documento tendrá cierta normalidad y hasta paquetería, pero se arruina a la segunda línea con el “que muerto lo tengo de cuerpo presente”, y el “tapao” a continuación.
En cuanto a “reyuno”, el diccionario explica: “Se decía del caballo que pertenecía al Estado y que como señal llevaba cortada la mitad de la oreja derecha”.
Más adelante se puede encontrar el fantástico “interrogao” y un “finao” que va muy a tono con el lunfardo que se hablaba por esos años en los barrios porteños.
Ahora, si la triple interrogación que no obtiene respuesta categórica alguna no tiene desperdicio, menos el comentario final, con detalles casi conventilleros. Debe haber sido linda la hija de la parda Nicolasa, y lo digo ahora, a salvo por estar a más de un siglo de que sus virtudes le hayan valido al pobre Manuel Chico la desgracia de sufrir un cucharonazo de grasa caliente en el rostro.
Feliz coincidencia, señores, la de este hallazgo documental que me acercaron el mismo día y casi a la misma hora Doña Boe y Don Tissera. -
Jorge Londero: "Acta de Defunción", en: Historias de Don Boyero. Publicado el 1 de julio de 2009, en el diario La Voz del Interior.
Para ver el blog de las Historias de Don Boyero, visiten: http://weblogs.lavozdelinterior.net/forms/frmBlog.aspx?WbId=158
De todos modos, en mi blog voy a seguir publicando sus historias, en especial las que no están publicadas en el blog antes citado. En mi archivo tengo una colección de hace muchísimos años, imperdible!
Un poquito de música: Los Fronterizos, "Mi burrito cordobés" (autor: Gerardo López)
El acta es tan pequeña como sustanciosa y fue encontrada en la foja 98 del libro número dos, del año 1881 en el archivo de la Municipalidad de la Matanza. Transcribirla tal cual, aun con errores de ortografía, sintaxis, gramaticales y de expresión, es una obligación moral y un deber para con mis lectores. Aquí les va:
“El infrascripto, Eusebio Rodríguez, Alcalde, certifico que don Manuel Chico, que muerto lo tengo de cuerpo presente, tapao con un poncho al parecer reyuno, le sorprendió la muerte al salir del baile de Don Rufino ‘El Catalán’, de la quebrada de Doña Pepa, lugar muy conocido y de pública voz y fama en el pago. Interrogao el cadáver por tercera vez, y no habiendo el infrascripto obtenido respuesta categórica alguna, resuelve darle sepultura en el campo de los desaparecidos, conforme cuadra su circunstancia física de que certifico. Nota: hago constar que el finao era muy amante de la bebida y muy dado a las galanterías amorosas, por cuya circunstancia tenía una cicatriz en la quijada izquierda producido por un cucharón de grasa caliente que le arrojó al rostro de la cara (sic) la hija de la parda Nicolasa, no se sabe por qué zafaduría. Vale”.
Después de esta maravilla, no debería decir más nada, pero, además de que me queda espacio, me salgo de la vaina por hacer algunas consideraciones. Note usted que hay ciertas incoherencias que destacan por su peso. Por un lado, el alcalde Eusebio Rodríguez, utiliza con mucho acierto el término “infrascripto”, cuyo significado para la Real Academia Española es “que firma al fin de un escrito”. Por esto, uno piensa que el documento tendrá cierta normalidad y hasta paquetería, pero se arruina a la segunda línea con el “que muerto lo tengo de cuerpo presente”, y el “tapao” a continuación.
En cuanto a “reyuno”, el diccionario explica: “Se decía del caballo que pertenecía al Estado y que como señal llevaba cortada la mitad de la oreja derecha”.
Más adelante se puede encontrar el fantástico “interrogao” y un “finao” que va muy a tono con el lunfardo que se hablaba por esos años en los barrios porteños.
Ahora, si la triple interrogación que no obtiene respuesta categórica alguna no tiene desperdicio, menos el comentario final, con detalles casi conventilleros. Debe haber sido linda la hija de la parda Nicolasa, y lo digo ahora, a salvo por estar a más de un siglo de que sus virtudes le hayan valido al pobre Manuel Chico la desgracia de sufrir un cucharonazo de grasa caliente en el rostro.
Feliz coincidencia, señores, la de este hallazgo documental que me acercaron el mismo día y casi a la misma hora Doña Boe y Don Tissera. -
Jorge Londero: "Acta de Defunción", en: Historias de Don Boyero. Publicado el 1 de julio de 2009, en el diario La Voz del Interior.
Para ver el blog de las Historias de Don Boyero, visiten: http://weblogs.lavozdelinterior.net/forms/frmBlog.aspx?WbId=158
De todos modos, en mi blog voy a seguir publicando sus historias, en especial las que no están publicadas en el blog antes citado. En mi archivo tengo una colección de hace muchísimos años, imperdible!
Un poquito de música: Los Fronterizos, "Mi burrito cordobés" (autor: Gerardo López)
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